PIZZA
Crónicas de la calle
Pizza “Che” Gourmet
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Héctor es argentino, es periodista y trabaja en radio. A él, por herencia cultural o tal vez por algún capricho soterrado, le gusta la pizza como manifestación gastronómica especial. Para él la pizza no es solo una comida: es un arte, una forma de ser y de estar en el mundo.
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Hasta hace poco fue mannager de uno de los puntos de Pizza 1969 en Bogotá. Allá los hijos de los comensales pueden jugar Xbox mientras sus padres disfrutan la cena, y la variedad de vinos es mayor a la de cualquier galería francesa.
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Como Héctor es argentino, le gustan las cosas buenas, y la buena música. Si oye rock, le gusta mezclado con tango, entonces pone Charly García. Pero tanta locura lo hastía un poco, de manera que se pone unos pasodobles de corte español y se va de un lado para el otro del restaurante luciendo su gabardina negra comprada en alguna calle de caché bonaerense.
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Les gustan los nombres italianos y las referencias europeas: pizza napolitana, inclinada, mussopizza, la divina por-ciencia, etc. Y así seguirá Héctor, dando tumbos entre una masa y otra.

Angela’s Pizza: la historia de un pizzero evangélico
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Mauricio Martínez, proveniente de Tunja, vive en Engativá hace más de 30 años. Todos los días llega temprano al barrio JJ Vargas para llevar a cabo su labor: prepara pizza para la gente que ya conoce el negocio y los que van de pasada.
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Su favorita es la mexicana, para cuya receta emplea lo que a los jóvenes les gusta en las medias nueves: una buena porción de tostacos picantes, picados en partes pequeñas y repartidos en torno a la pizza. Así el toque “mero macho” mexicano no se pierde nunca.
Mauricio siempre encomienda a Jehová, padre eterno en el Antiguo Testamento, y rectificado en el Nuevo, su negocio. Pide al Dios de los judíos prosperidad para su punto de ventas y mucha paciencia para lo que hace. No faltan sus constantes referencias bíblicas con sus compañeros de cocina, y sus chistes sobre la levadura del pan en la pizza.

Porción a $2000 con gaseosa. Alberto y su carrito.
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Alberto, cuyo apellido es Montes, se hace a la salida del parque Simón Bolívar todos los domingos y en festivales culturales. De todos ellos, Rock al Parque es su preferido.
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“Salen esos muchachos hambrientos de brincar y gritar como locos, y se comen hasta dos porciones por chino”, dice Albertico, contento.
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En un par de meses viene Rock al Parque y Alberto duplicará la producción. Hawaiana y pollo con champiñones. Solo dos sabores. Eso con vasito fiestero con Big Cola y Cifrut.
La pizza siempre sabrá bien, y después de una jornada de pogos, walls o death, mosh y brincos, la porción de don Alberto es un lujo de primera clase. A tan solo 2000 pesitos.